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En los últimos años, Sofía Naara se ha convertido en uno de nuestros talentos favoritos de la escena musical independiente de Buenos Aires. Si bien su trabajo previo con el proyecto Ohdiosa y el bullicioso power-trio Mugre ya había llamado nuestra atención, fue su debut solista, Las torpezas, el que realmente la consolidó como un talento único.
Una exploración magistral de las complejidades de las emociones humanas, Las torpezas es un álbum enigmático y lleno de capas que muestra la visión creativa única de Sofía. Producido por Lucy Patané y Mariana Michi, sus intrincados paisajes sonoros son matizados y misteriosos, con una buena dosis de experimentación avant-garde, sin dejar de ser accesibles, melódicos y emotivos. Sus letras exploran la transformación personal a través de las conexiones interpersonales. Esta impactante combinación le ha valido su inclusión entre los 22 mejores discos argentinos de 2022.
Las torpezas no tuvo una entrada fácil en el mundo. Fueron necesarios tres años de trabajo (cruzados por una aterradora pandemia mundial que trastornó la vida tal y como la conocíamos) para completarlo y, sin embargo, parece tan natural y orgánico como si hubiera nacido de la nada. Cada tema de Las torpezas invita a lxs oyentes a un viaje profundamente personal a través del mundo de Sofía, que navega con maestría entre composiciones ricas en melodías y arreglos de percusión cargados de emoción. Su destreza artística brilla en cada nota, lo que le ha valido el reconocimiento como uno de los talentos más convincentes de la escena musical local.
Sofía Naara llevará las canciones de Las Torpezas al escenario, con dos actuaciones el 21 de abril y 24 de mayo en La Casa del Árbol y Casa Brandon respectivamente (entradas disponibles aquí). En nuestra entrevista exclusiva con Sofía, comparte detalles íntimos sobre sus experiencias en los últimos años, su proceso creativo, su viaje artístico, la creación de Las torpezas, y los desafíos de llevar sus sonidos matizados al escenario en vivo.

Cuéntame un poco de cómo fue tu proceso creativo en los últimos 2 años, porque hubo una situación bastante disruptiva para todo el mundo que hace música. ¿Cómo lo navegaste?
Me senté y me agarré del disco, porque lo comencé a fines del 2019, así que en el 2020 estaba como en pleno proceso y la obra en la que estaba laborando es tan grande, había tanta gente implicada y tanto todavía por hacer, que fue como que mi proceso fue eso, apoyado en el sentido de estar existiendo. Porque fue muy fuerte ese espejo, de la pausa absoluta, entonces, estar haciendo un disco era una guía, una razón, algo que me tenía en contacto con lo que había hecho años antes de la pandemia, lo que quería seguir haciendo en ese presente rarísimo y lo que iba a seguir haciendo cuando terminara.
Fue como estar conectada a una fibra muy mía, con algo muy concreto, que es algo que a mí me hace bien. “Hoy tengo que hacer esto, tengo que escuchar, tengo que grabar, tengo que mandar audios”, no sé, había mucha actividad. Virtualmente, el proceso de hacer el disco fue una balsa. Y a nivel personal, empecé en un lugar y cuando terminé el disco en otro. Fue como cuando Alicia se cayó en el hueco, o sea, salí como otra persona. Modifiqué cosas concretísimas gracias a hacer el disco, así que también además de balsa, fue también un túnel.
Este disco tiene una identidad estética bastante definida. Aunque es ecléctico, hay cierta continuidad sonora. ¿Buscabas una estética definida o se fue dando a medida que grababas?
S: Cuando nos juntamos por primera vez con Lucy Patané y con Mariana Michi, dijimos “bueno, escuchemos todo lo que tengo, matemos a quien haya que matar y avancemos”. Hubo 2 temas que quedaron afuera porque tenían otro lenguaje y hubo 1 que duró un rato en el proceso hasta que me di cuenta que no lo podía habitar. Eso nos dejó con 13 canciones. Mi objetivo fue siempre hacer una obra entera con su propio recorrido, y mi búsqueda siempre fue ordenar la lista de modo de que haya un viaje, aunque sea para cada quien distinto. Estos son temas tan vinculares, que para mí dentro de cada canción hay una escenita, entonces, siempre mi intención fue que cada canción tenga su propio universo, dentro de una isla, y adentro hay tribus si se quiere o refugios, que son cada canción, pero al fin al cabo es el viaje de alguien que vive en ese mismo lugar.
¿Y qué pasa con el tema que no puedes habitar, qué ocurre? ¿La pasas a otro lado o la mandas a otro proyecto o la abandonas un poco?
Es la primera vez que grabo algo tan grande y que puede dejar afuera canciones, porque las previas experiencias, habían sido como dos temas, un tema suelto y era todo como muy claro, entonces, es la primera vez que me pasa que digo: “bueno, tengo estas canciones flotando, dejé estas fuera”. En este momento está en un cajoncito, pero si en algún momento sale de nuevo a la luz, te puedo contar, porque la verdad por ahora, está ahí durmiendo, ni siquiera lo estoy proyectando para proyectos próximos, está como abandonado.

¿Con qué instrumento compones? Siempre me da curiosidad eso de las personas que tocan percusión, si de alguna manera eso afecta la forma en que componen, si el ritmo es lo primero que les llega.
Mayormente compuse o con la guitarra o acapella, eso es lo que más orgánico me sale. No escucho el ritmo primero, pero en mis guitarras, por lo menos las originales, hay algo muy presente a nivel rítmico. Hay algo medio baterístico o del sostén del tiempo a lo largo del tiempo o de quedarme en un loop y repetir y repetir, no sé, el ritmo está como súper presente.
¿La batería fue algo en lo que caíste o fue el instrumento con el que iniciaste?
Mi primera exposición a crear mis propios sonidos, fue cuando tenía 5 años, supongo, o sea, mis primeros sonidos siempre fueron canciones. Siempre estuve muy conectada a la escucha y a la canción y al cover y al karaoke, pero, no al estar yo escribiendo, entonces, la manera de exponerme musicalmente ya más de grande y de empezar a generar una profesión a partir de eso, fue la percusión, o sea, acompañar canciones con algo que también me había sido muy nato, que era el ritmo y los instrumentos de percusión. Empecé a acompañar a Jazmín Esquivel con el cajón, pero al toque fue como “che, tengo muchas ganas de tocar la batería” y no caí, la elegí. Entonces se fue modificando también a raíz de la escena local, empecé a ver que la gente podía usar un bombo y un tacho, entonces inconscientemente fui entrando a la batería, pero siempre desde un lugar con la canción por delante, como que no voy a estudiar como tocar en 6/8 tresillos o en ¾ tresillos, 5 horas seguidas a 182 BPM, como que no tengo esa búsqueda.
Después de trabajar en un disco por tres años, ¿sientes que puedes sentarte a escucharlo como una obra completa, o estás hastiada?
Nunca en mi vida escuché algo como este disco. En el momento de la mezcla, lo escuché, lo escuché y lo escuché hasta que no tuve más nada que decir. También lo escuché de nuevo hace poco, para volver a reescribir las letras y pasarlas muy prolijamente a quien las va a subir, porque en instagram puedes poner la letra, entonces la escuché otra vez para que ninguna “a” estuviera fuera de lugar, sí, lo escuché muchísimo la verdad.
Se siente el trabajo, es como un disco bastante formado, me gustó un montón.
Está grande, Yo sentía que iba creciendo, es un infante de 3 años viviendo la vida.

¿Cuáles son los desafíos y los placeres de traer las canciones de Las torpezas al escenario?
La autoexigencia es siempre mi mayor desafío, claro está, en todas las instancias del proyecto. Tengo que dar pequeñas batallas internas, a veces más, a veces menos, para lograr conectarme con lo que sí hay, con lo que sí está a disposición para que todo marche bien. Por supuesto que este punto tiene una relación directa con el desafío económico que nos envuelve a la gran mayoría de nosotrxs hace ya demasiado tiempo: si no cuento con recursos suficientes para poder armar un equipo de trabajo que cubra las necesidades del ideal, empezando por una banda “grande” en la que distribuir la mayor parte de los sonidos que hacen al disco, ¿cómo traduzco al vivo estas canciones, sin dejar pasar meses y meses de ahorro?
El año pasado, hacia fines, logré aterrizar y entender los límites que existían, y construir un deseo que no se sintiera, justamente, limitado: encontré un deseo muy grande y genuino en reducir, “encrudecer” las canciones, presentarlas en un estado esencial e independiente de lo multitudinario que propone el disco. Fue así que convoqué a Euge Sasso para que reversionara en guitarra criolla, con su inmensa sensibilidad y su manejo maravilloso del instrumento, todas las canciones de Las torpezas. Los placeres empezaron a concretarse primero en forma de ilusión (mientras le escribía a Euge el mensaje que la convocaba), y luego en forma de ensayos, conversaciones, nuevas convocatorias (a Caro Angriman, para que sumara su poesía, a Jose Chevalier, para el arte del escenario). Tanto el proceso artístico de gestar, desarrollar e interpretar la obra-concierto como el lazo que se arma entre quienes nos abocamos a esa tarea, son mis mayores placeres. Ser artista, y serlo en sociedad.
El disco además del lado musical tiene todo un tratamiento y estetica visual importante. ¿Lo veremos reflejado en los shows?
Por el momento, no. Sí prevalecerá el concepto que la estética del disco conlleva: la fragmentación y la re-unión. Las canciones, fragmentos del disco, estarán unidas por la poesía de Caro Angriman, y el concierto entero estará partido por el tiempo y por el espacio, en tanto que la primera parte se dará una noche de abril, y la segunda, otra noche, en mayo. En cuanto a la estética particular de cada show, La Casa del Árbol será un escenario-hogar, con elementos propios del universo “casa”, mientras que, en Casa Brandon, estaremos situadas en un contexto de proyecciones, jugando con la sensación de no-lugar o “espacio onírico” que, al menos a mí, me aporta de por sí ese espacio cultural en particular.
¿Qué has aprendido de nuevo sobre estas canciones al adaptarlas a un formato en vivo? ¿Las ves con otros ojos?
En esta propuesta sonoro-escénica en particular, más que ver a las canciones con otros ojos, las vuelvo a ver con los ojos creadores:una mirada que potencia, en lugar de definir. Aprendí que, si quiero tomar los elementos básicos de los temas (melodía, armonía, ritmo) y construir con ellos versiones distintas para cada ocasión en que se presenten en escena, puedo hacerlo. Es una sensación de reinvención, independencia y reciclaje que me hace muy bien, en muchos aspectos.
Sofía Naara se estará presentando en La Casa del Árbol el 21 de abril y en Casa Brandon el 24 de mayo. Entradas disponibles aquí.