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Ahora las noches las paso con Juan Sklar. Aunque sea sólo en mi imaginación. Juan me acompaña en mis noches post-separación. Llego a casa, me sirvo un vaso de vino. A veces ni siquiera ceno. A veces, lo único que puedo hacer es leer. Sólo lo puedo leer a él. Es mi compañero en el duelo. Los dos estamos tristes. Los dos estamos solos.
Nos conocimos hace unos meses, cuando escuchando Concha podcast, en el episodio “Conchuda”, Jime, Dalia y Lau, interpretan un diálogo de Los catorce cuadernos (Emecé, 2014), una novela de Sklar, que dice así:
“En la casa había un sólo ventilador de pie, estaba en el cuarto de Bebota, la razón de Bruja para pedir el ventilador, que nunca antes había pedido, era que en su cuarto, ahora habían cuatro personas durmiendo, y estaba haciendo calor. Bebota dijo que no, y su explicación fue que ella, no podía dormir sin ventilador. En todo caso, dijo, pueden traerme la cama de vuelta al cuarto, y así refresca en el tuyo. El registro de subtextualidad e hipocresía que la charla había tenido hasta entonces se rompió cuando Bruja dijo:
-Dale, no te hagas la buenita que hace un rato nos hiciste mover la cama para no tener que dormir con La Oscura y Barbeta. No vengas a decirme que los querés de vuelta porque lo único que te importa es quedarte el ventilador – y lo dijo con el volumen necesario para llegar a los oídos de todos los que estaban más o menos cerca. Al quiebre de registro de Bruja, Bebota respondió con un giro en la charla.
– La verdad – le dijo – sos una conchuda. Una gran conchuda.” (Sklar; p.80)
Volví a escuchar el episodio algunas veces, me hacía reír. Pude visualizar en mi mente la secuencia de Bruja y Bebota peleando por el ventilador. Me gustó imaginar cuál de las dos sería yo. Creo que me parezco más a Bebota. Soy aniñada. Casi no pienso en los demás.
Me llamó la atención que alguien usara lenguaje tan ofensivo para retratar a las mujeres. Entre muchas cosas, las llamaba hipócritas. Algo de eso llegó a mis oídos.
Juan me pone en ese estado. Me enfrenta al espejo y me dice:- Mirate, conchuda. Mirate.
Apenas lo empecé a leer, lo rechacé. Me resultó un desubicado, un soberano hijo de la chingada por escribir así. Por estereotipar a sus personajes femeninos. Pensé que ya tenía suficiente cosificación de las mujeres en la vida misma. Pensé que Juan era un machirulo más que se hacía el escritor. Lo puteé.

Pero no pude dejar de leerlo.
En fin de cuentas, yo también Beboteo. Yo también quiero tener las tetas de Bebota. A mí también me gusta sentir que los hombres me desean como a un objeto. Yo misma me trato como a un objeto, me pinto, me pongo, me saco, me miro. Me acicalo. Me comparo con las otras conchudas.
Hay una especie de principio adictivo en la lectura de Sklar. Querés más. Querés pedirle más. Más fuerte. Que no pare. Juan me calentó. Me dijo:- Dale, si a vos también te gusta. Te encanta que te traten como minita. Y es verdad.
Tengo muchas lecturas feministas arriba. Muchos de mis hábitos han cambiado. Intento crear mi imagen de “mujer empoderada”. Pero sinceramente, a veces me gustaría que un tipo me agarre y me diga me encanta tu culo, bebota. Le pediría a gritos ¡cosificame, please!
Sin embargo, casi siempre me engancho, y casi siempre me dejan. Con el poder de mi culo no alcanza. Ergo, algo no funciona. Juan también lo identifica. En su brutalidad de macho post-cuarta ola, tiene lapsus de lucidez, que me hubiera gustado que mi ex tuviera. El protagonista de 14 cuadernos padece de sufrimiento. No por amor, sino por su imposibilidad de amar. Por la imposibilidad de establecer vínculos desde una masculinidad herida y torpe.
“ ¿O vos te enamorás de todas las minitas que te cogés?
Me hundí en mi propia abulia y en mi propia tristeza. Algún amigo pasó con el consejo inútil. Es sólo una mujer. Bebota no es solo Bebota, porque una mujer nunca es solo una mujer.” (Sklar)
Coincido, una mujer nunca es solo una mujer. ¿Puedo decir lo mismo de los hombres? Siento precisamente que lo que más me gusta de Sklar es su parecido con la larga lista de tipos con los que me he acostado. Creo incluso que de habernos cruzado en una fiesta, tranquilamente podríamos habernos ido juntos y repetir el deja vu, garchamos y chau bebota. Ambos sabemos cómo manejar esas situaciones. Lo dije al principio, ambos estamos solos.
Sklar camina por el filo de lo políticamente correcto. Es provocador.
Y yo soy una mala feminista. Soy una Bebota.
Dinamita pura.