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Pocas cosas fueron realmente buenas a comienzos de los dosmiles en la Argentina. Había poco de lo que alegrarse y definitivamente pocas a nulas certezas y esperanzas. Pero, como adolescente que contaba con una tele en su casa, yo sabía que tenía un refugio. Un lugar. Mi lugar. La TV Pública. El viejo y querido canal siete.
Ese canal de tv de aire, que tan vapuleado se encontraba, era el hogar de la tele que me marcó y enseñó las cosas importantes de la vida. De lunes a viernes llegaba del colegio y ponía Pulgas en el 7, un programa demasiado adulto para ser infantil y demasiado infantil para ser considerado adulto. Los lunes estaba Todo por dos pesos y los miércoles… Bueno, los miércoles la cosa se ponía más heavy. Ese día daban Okupas. La más mejor serie argentina de todos los tiempos (sorry not sorry Los Simuladores).
El miércoles 18 de octubre del 2000 salía al aire el primer capítulo de la miniserie Okupas. Escrita y dirigida por Bruno Stagnaro, una de las mentes brillantes detrás de Pizza, birra, faso junto con Adrian Caetano. La serie surgió como coletazo del éxito que la peli supo tener y gracias a una oportuncrisis: Tinelli tenía una deuda con el Comité Federal de Radiodifusión y las opciones que le dieron fueron o pagar una multa o armar un programa por ese valor para poner al aire en canal 7. Así fue como Ideas del Sur, la productora de Tinelli, nos regaló dos de los más improbables programas de culto de la tv argentina, Okupas y Todo x 2 pesos.

Ahora. casi veinte años después Okupas vuelve de la mano de Netflix. Y posta, si no la viste realmente te envidio. Esta es una de esas series que te hace desear que la borren de tu memoria para poder vivirla otra vez como si fuera la primera. La vi tres veces, tres veces reí, lloré, tuve ansiedad y volví a llorar. Tranquilxs, esta es una nota libre de spoilers. Pero déjenme decirles por qué deberían ver Okupas.
Siguiendo el imaginario planteado en Pizza, birra, faso, Stagnaro nos cuenta la historia de Ricardo (Rodrigo de la Serna), un pibe de veintitantos y de clase media acomodada que en medio de los bardos y la crisis fines de los noventa / principios de los 2000s decide mandar todo a la mierda. Abandona la facultad y acepta “una changuita” cuidando un caserón de mierda en microcentro para que no lo vuelvan a ocupar. ¿Qué pasa cuando metes a un pseudo chetito en una casa tomada? Pues todo lo que pueda salir mal, saldrá mal. Pero como la Rosalia que bajó al infierno por amor y subió con dos ángeles, Ricardo no bajó solo al infierno… él tuvo cuatro ángeles: El Pollo, Walter (el rollinga), Chiqui (el favorito de todos) y Severino, tal vez, uno de los perritos televisivos más queridos del imaginario nacional.
Claramente Okupas no era la serie que se suponía que debía ver a mis 13 añitos. Pero fue la serie que me mostró a mi, y a un montón de gente, una realidad que se sabía que estaba ahí pero de la cual no se hablaba. Además fue el puntapié de lo que luego se convertiría en algo así como “el género tumbero”. Con otras series como Tumberos, Sol negro, y más recientemente El marginal y Un gallo para esculapio. De hecho, Un gallo está dirigida por Stagnaro y actúa y guiona Ariel Staltari, es decir, el mismísimo Walter.
Okupas salió en tv de aire tres veces. Dos en la TV Pública, una en América y finalmente en Canal 9. Después de eso, legiones de fans se encargaron de subir con regularidad sus grabaciones piratas a YouTube, las cuales eran bajadas de toque por cuestiones de derechos de la música. Porque más allá de los protagonistas humanos y animales, la serie tiene dos personajes más que sobrevuelan toda la historia: el caserón del orto y la banda de sonido.
Es que en su momento para poner música en la tele no se pagaban derechos por nada. Entonces Okupas tenía una banda de sonido de la concha de la lora. Los Beatles, Los Doors, Bob Marley, Los Kinks, Manal, Almendra, Sonic Youth, Pappo, Sumo… pero por sobre todas las cosas Los Rolling Stones. De ahí el terror al enterarnos que la versión de Netflix llegaba con la imagen remasterizada pero… con banda de sonido nueva. No quiero exagerar, pero cuando vi el trailer remasterizado, con la imagen nítida, se me llenaron los ojos de lágrimas.
Otro fue el cantar cuando me enteré que la música nueva estaba a cargo de Santiago Motorizado. Por más aprecio que le tengo a Santiago, odio como canta. No me vas a comparar el listado de artistas que te puse más arriba con El mató. Aun así, el joven motorizado realizó un trabajo mucho muy digno. Y a sus más de 30 canciones originales, se sumaron otras tantas canciones del imaginario popular nacional que no estaban en la original. Y por sobre todas las cosas la canción final, esa que me pone la piel de gallina y triggerea el llanto con ruido, sigue ahí. Así que tranquilos. A nivel musical, Okupas está a salvo.

La historia es inoxidable. Me atrevería a llamarla atemporal. Amigos boludeando, drogándose, bailando rollinga, escabiando, jugándosela el uno por el otro, peleando y volviéndose a amigar. No importa cuando leas esto, eso es la amistad y eso es Okupas. Una historia que empieza y que termina, porque quienes la hicieron no conciben una segunda temporada. Pero que en el camino te pegó una patada en la nuca. Te abrió los ojos y te obligó a mirar, como en La Naranja Mecánica.
Okupas fue aprender sobre drogas, fué ESI, fué una enseñanza sobre donde uno está parado, los privilegios que uno tiene y sobre la gente humilde. Sobre tener códigos y ser pillo. Por sobre todas las cosas a ser pillo, a estar atento y presente porque cuando todo se empieza a ir al carajo hay que saber qué hacer. Okupas me mostró el lado oscuro, la ansiedad, el miedo. Creo que si nunca tomé merca fué por Okupas. Creo que mi miedo y respeto por andar por las periferias fué por Okupas. Creo que solo salí con un rollinga por Okupas.
No sé si con todo esto logré darles ganas de ver la serie. Pero posta. Háganse el favor, veanla. Yo sé lo que les digo. Okupas fue iniciática, todo lo que vino después… vino después. Y para mi no se compara. Son 11 capítulos de menos de 40 min en un par de días te la devoras.

Bonus: Highlights de Okupas
- Cada vez que dicen el precio de algo… ufff, esa inflación sí se puede ver.
- Si caminas entre el Congreso y Facultad de Medicina literalmente estás en las locaciones de Okupas. La fachada del caserón del orto está en Pasaje Del Carmen y Viamonte. El baldío que aparece sobre el final de la serie es el actual Centro Cultural de la Cooperación.
- Las frases, casi todas improvisadas, se volvieron icónicas. Realmente siento lástima por el pobre diablo que tuvo que subtitular la escena de “el mascapito.”
- El dreamteam de personajes secundarios. El negro Pablo, Peralta, el Gordo Sandía, Miguel.