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Traducido al español por Julián Alejo Sosa.

El colectivo avanza rápido por Rivadavia hasta dejarnos en una esquina oscura entre Primera Junta y Puán. Son cerca de las diez y media de la noche de un sábado y una neblina densa cubre todo Caballito. Vamos de un lado a otro por el barrio, cruzamos las vías del tren, las canchas de fútbol del Club Ferro Carril y avanzamos por la concurrida calle Avellaneda hasta que doblamos en la esquina y seguimos por Espinosa. Desde la vereda de enfrente, una tira de luces grandes y brillantes nos invitan a pasar a Menenga, una propuesta joven para las cantinas familiares locales.

Un grupo pequeño de amigxs y familia disfrutan su noche alrededor de un sillón de cuero copetudo y saludan al unísono a todxs lxs que entran. El dueño y cocinero, Nicolas González, se mueve de un lado a otro en la cocina angosta. Revisa una olla humeante de salsa y sumerge suavemente una cabeza de ajo entera, con la cáscara y el tallo intactos. Algunos panes de hamburguesa de un color amarillo fuerte esperan apilados casi al azar sobre una bandeja rectangular. Agarra un puñado de empanadas selladas con firmeza y las arroja dentro de una freidora profunda que grita y sisea.

González viene de un largo linaje de cocineros. Su bisabuelo cocinaba para el presidente de Francia. Su abuela llegó a las costas argentinas y abrió hoteles donde trabajó en la cocina. González aprendió a cocinar gracias a su abuelo, un partisano de Lavagna, un pueblo costero al norte de Italia. El apodo de su abuelo, Menenga, ahora está escrito en la puerta de entrada con letras azules y blancas.

Su niñez se ve reflejada en su predilección por los platos porteños familiares mezclados con un poco de comida callejera. Esta sensación hogareña hace juego con la atmósfera acogedora del lugar, que solo existe en pequeños enclaves en los que el dueño también resulta ser el chef, lavaplatos, mesero y cajero.

Empanada de ojo de bife; hamburguesa de doble bacon con pan de cabutia.

Todxs en el lugar están comiendo hamburguesas. Antes de Menenga existía Arengreen, una propuesta de fin de semana que atendía desde su casa a puertas cerradas, justo a la vuelta de la esquina, y se especializaban en hamburguesas caseras clásicas. Dos opciones de su antiguo menú sobrevivieron para formar parte del nuevo y a ambas se las puede incluir en la parte tradicional de su propuesta. Los medallones de carne son una mezcla simple de roast beef y grasa, aplastados y servidos en par. La hamburguesa (González nos recomendó la Doble Bacon) me transportó de inmediato a los restaurantes de ruta con los que crecí. Lo primero que sentimos cuando le damos una mordida es una explosión de sabor denso de la grasa entreverada en la carne. Seguidamente, aparece el cheddar mantecoso y le suma el sabor satisfactorio de la grasa láctea que se queda dando vueltas por un largo rato. A eso se le suma en ocasiones la dulzura de unos pepinos sabrosos y una cantidad generosa de panceta salada. Las papas fritas son delgadas y están en el punto justo, lo que les deja una corteza crujiente y airosa. El pan de cabutia esponjoso y anaranjado le agrega algunas notas inesperadas de miel. Es la clase de simpleza y experticia que, por lo general, solo nos puede dar un cocinero que viene perfeccionando el uso de la plancha desde hace décadas.

Si bien las hamburguesas son la especialidad de la casa, el resto del menú nos deja en claro la valentía que tiene el restaurante en un mar de parrillas y pizzerías. Es así que nos encontramos con una opción de empanadas fritas de ojo de bife con una masa que se parece a un envoltorio de burbujas y un relleno que tiene el balance justo entre la acidez de la salsa de tomate, una cantidad generosa de limón, algunos cuadraditos de panceta y un toque de miel que confunde a la lengua con alegría.

Ensalada de tubérculos y ojo de bife con puré de papas al ajo.

El ojo de bife también se sirve al plato y es mi comida favorita de todo el menú. La carne está jugosa y viene acompañada de un puré de papas mantecoso, unos dientes de ajo tostados y una cebolla morada que le agrega cierta acidez. Por otro lado, también podemos encontrar mollejas que se cocinan hasta que se les forma una costra de grasa en los bordes y son una buena opción para combinar con un poco de maíz dulce, una salsa blanca cremosa y algunas tiras ahumadas de panceta. Es un sueño goloso. Tampoco deberíamos subestimar a la ensalada de la casa. La ensalada de estación tiene cierta debilidad por los vegetales de raíz, como los rabanitos y la remolacha, pero también suma un poco de brócoli, un queso levemente salado, una vinagreta cremosa y pan fresco. Es la combinación perfecta para casi todo.

Menenga

Dirección: Espinosa 480, Caballito.

Horarios: martes a domingos de 19:00 a 23:00. Abre de 12.30 a 15.30 para el almuerzo los sábados y domingos. 

Precio por persona: $850-$1.000

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