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Lu Roja, maquilladora con más de una década de experiencia, nos comparte una perspectiva desde el interior del mundo del maquillaje tanto desde su ángulo artístico como de su lado material.
Su relación con el maquillaje comienza con su quinto cumpleaños, una simple mariposa de plástico, trucha, con maquillajes de dudosa calidad que hacían picar la piel que tocaba, sin embargo, fue el punto de inicio de una bellísima conexión que hasta hoy en día es su pasión, maquillar. No estaba en los sueños de ella, pasaron muchos años hasta que se dedicó profesionalmente al maquillaje, por una cuestión terrenal, de incertidumbres en la que la mayoría de les jóvenes que terminan el secundario se encuentran, con la interrogante: “qué carajo voy a hacer de mi vida”. Su respuesta fue el maquillaje.
Lu explica que si bien estaba trabajando activamente, las maquilladoras se reconocen como trabajadoras en primera instancia, y en segunda instancia como trabajadoras precarizadas, fines de semana con agendas abultadas, sin obra social, corriendo de aquí para allá. En su caso, luego de trabajar en una conocidísima cadena de comida rápida y Médicos Sin Fronteras, hasta que por cuestión de una construcción de muchos años, apostó a ser maquilladora con la indemnización de un trabajo del que fue despedida. Pero significa más que una salida laboral, es por sobre todas las cosas, una salida laboral rentable para las mujeres.

Con un curso que le dio las herramientas necesarias para dominar los pinceles y todo tipo de instrumentos, en diciembre se recibió. Ya para marzo recibió un llamado de su “jefa” y mentora, Alma, con la que trabaja hasta el día de hoy, la convocó para trabajar en nada más ni nada menos que Barbie, una entrada muy grosa al mundo laboral del maquillaje, se dedicaba a peinar y maquillar a jóvenes niñas para esta firma, pero Lu no solo se esmera al aplicar un delineado o una simple sombra, este fue el verdadero acercamiento a la dimensión artística del maquillaje, plasmando preciosos unicornios en las mejillas de las niñas.
Los clientes que dejan volar la imaginación de Lu son sus favoritos, ahí es donde explota su magia, donde la relajación juega un papel muy valioso. A lo que ella aspira es a hacer tendencia el salir a bailar con una obra de arte única plasmada en la piel de cada persona, que con el tiempo desaparece. Lu describe al cuerpo de cada persona como un lienzo único, con temperatura, curvas, texturas, cada una distinta, por eso el trabajo de las maquilladoras también se trata de cuidar a la persona que es pintada para que se sienta cómoda.
Cada persona llevará una pieza singular irrepetible, en su cara, en su brazo o en su pierna. Hablando de esta última, la manía que Lu tiene por las noches es pintarse la pierna, un momento de concentración absoluto, horas pasando el pincel por su muslo de aquí a allá para dar vida a los colores de su paleta, donde la imaginación vuela más allá del pincel.
El mundo del maquillaje tiene variedad de ámbitos y la diversión nunca falta cuando la pintura sobra.
¿Qué fue lo que te motivó a incursionar en el maquillaje?
No es ninguna historia romántica, mi primer recuerdo más antiguo de la infancia, vivía muy cerca de Independencia y Vélez Sarsfield, Carapachay, cumplía 5 años y me hicieron 2 regalos: un acolchado enorme y otro y el que más me gustó en la vida fue un estuche de maquillaje así chiquitito y trucho que te los pones y te daba alergia, una mariposita, fue como el primer acercamiento a felicidad con el maquillaje me pareció fantástico, pasaron muchos años hasta que empecé a trabajar con eso.

¿Desde siempre quisiste maquillar?
Mi ingreso al mundo no fue un sueño de la vida, sino algo mucho más terrenal, fue tipo: acabo de terminar el secundario, tengo 19 años, ¿qué mierda voy a hacer de mi vida? Y me dije, “bueno, hacete un cursito”. Hice un cursito en San Isidro, trabajaba en un call center, no sabía a qué me iba a dedicar y en diciembre me pongo a mandar curriculum para esto y en marzo me llamó mi “jefa” que es más como mi mentora, Alma. Laburé casi 10 años con ella, me respondió un mail y me lleva a trabajar con ella, me abre las puertas. El primer laburo que tuve fue en Barbie, muy groso, empiezo a maquillar y peinar wachitas para Barbie, y yo no hago delineado y sombra y listo, que es lo que me abre las puertas para el mundo del maquillaje artístico y ganar plata, a partir de eso se abrieron los caminos y crecí en la materia. Tiene una entrada super material, es una salida laboral para las mujeres. El 99 por ciento de las maquilladoras son mujeres y tiene una explicación dentro de lo que es el mercado laboral, no accedí a laburar en una fábrica bien paga, se me abrieron las puertas laborales en el sentido que me encanta y me divierte, pero es precarización laboral. La gran pelea que tenemos las maquilladoras, que a partir del feminismo es darnos cuenta que nos reconocemos como trabajadoras y en segunda instancia como precarizadas, estar en negra, sin obra social, no alcanza el mango, no tenemos fines de semana, tenemos que correr de acá para allá.
¿Cuándo comenzó a ser el maquillaje tu fuente principal de ingresos?
Dedicarme a maquillar únicamente no fue automático, no entre a laburar en Barbie y ya, laburé en Mcdonald’s call center, Médicos Sin Fronteras, cualquier mierda hasta que por una cuestión de muchos años de trayectoria fue una construcción, mientras maquillaba, con ayuda de una psicóloga me reconocí como maquilladora. Me echaron de un laburo y me indemnizaron, con la plata de la indemnización aposté a ser maquilladora. Me armé mi maletín para salir a laburar seriamente de maquilladora.
A la hora de maquillar, ¿cuál es el estilo que te define?
Hace como un tiempo empecé a pintarme la pierna, comenzó con la pandemia, no había laburo, a la noche no sabía que hacer así que comencé a pintarme y subirlo a las redes a ver si funcionaba y funcionaba re bien. Y hoy en día es la que me gusta, estar 5-6 horas pintándome el muslo y conectando con mi perfil más artístico. Alma decía que la gente quiere artistas en sus eventos, es un plus re zarpado.
Cuando un cliente no sabe qué hacer, y te dice que improvises, ¿qué es lo que te sale?
Amo a esos clientes. Hace poco en una fiesta electrónica super pequeña, había pocas personas, me dijeron que haga lo que quiera. Estaba muy relajada, valoraron mucho el trabajo y dejé volar mi imaginación, mi costado artístico. Ojalá fuese así mi trabajo porque es lo que aspiro, me encantaría que se ponga de moda ir a bailar con una sarpada obra de arte en la gamba, el brazo o la cara. Y te lo puedas sacar de repente para que sea una magia efímera, Veo el futuro de todo esto en que eso se concrete, impregnando arte en los cuerpos, desaparece, no dura más que 24 horas y lo llevas solo vos, cada obra es única.
¿Qué es lo que más te gusta de ser maquilladora?
La conexión con otro cuando pintas me encanta. No es lo mismo un papel frío, cuadrado estático, que un cuerpo que tiene temperatura, que tiene curvas y texturas distintas. Lo hace único y cada persona es irrepetible, un lienzo único, y ahí se encuentra la magia de todo. Unx también tiene que cuidar a la persona que pinta, he estado del otro lado, 6 horas parada mientras me pintan. Hay una cuestión de cuidado, que no sienta frío, porque no es un objeto, hay que laburar eso con el otro. Es un mundo re zarpado. Es divertidísimo hacer una fiesta, todo el mundo pintados, y hasta el día siguiente, mirar y recordar… y es re botón porque sabés quien estuvo con quien porque tiene un pedazo del bodypainting del otro [se ríe].