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Traducido al español por Bruno Müller.

Con la mayoría de menús de pizza, me pasa que pedir una muzza no es algo que se dé por decisión propia. Generalmente, es una triste media masa hecha sin ganas que, incluso viniendo de locales con reputación, comparte más propiedades con una zapi insípida sacada del freezer del supermercado que con una pizza recién amasada y horneada. 

La pizza como la conocemos hoy en día tiene sus raíces en la sobrevivencia. Vendedores ambulantes en Italia vendían pan plano solo, hecho con mucha levadura, a las clases bajas cuya pobreza dejaba fuera de consideración incluso a los más simples ingredientes. El pan es rendidor, barato y alcanza con lo justo para mantener el hambre controlado por un ratito más. La muzza en su versión barata fue inmortalizada por la popular cadena de pizzas Ugi, insignia de la dieta que llevaba al principio de mis veinte, e invitado no deseado en todos y cada uno de los cumpleaños de mierda a los que hayas ido. 

La muzzarela con salsa de tomate quizás sea lo mejor del menú en Jaimito, bar y cafetería de una calle tranquila en las afueras de Boedo. Es lo único que probé en el menú a excepción de una empanada de carne y un flan mixto, y reafirmo lo dicho. La he inhalado recién salida del horno, disfruté porciones frescas con un cold brew la mañana siguiente, y busqué refugio en ella después de un viaje alucinógeno en el cual lo único que se sentía correcto en la inmensidad del universo era un burbujeante vaso de Coca y una pizza grande solo para mí. 

 

 

“Solo tenemos pizza” balbucea el mesero cada vez que atiende. Desde el amplio y abierto comedor se puede escuchar el fuego, crepitando desde el horno, y el encuentro entre las palmas y la masa, como un aplauso atronador. Mientras que de día Jaimito da la imagen de típico club de viejos, que atiende a la clase trabajadora del barrio y a los taxistas de paso que se camuflan en el añejo verde oliva de las mesas y las sillas; de noche, es un restorán familiar donde todo el mundo parece conocerse entre sí. 

La pizza de muzza se hace finita y llega a la mesa con un placentero perfume de queso derretido, que se estira cada vez que sacamos una porción de aquel enorme redondel. Los dorados bordes crujen con cada bocado. Está horneada al punto justo en el que el queso que rodea la corteza se vuelve copos de color castaño rojizo, como lava derretida que se posa sobre globos de masa. Una pincelada de rojísima salsa de tomate se arremolina alrededor del untuoso, maravillosamente masticable queso cerca del centro, y se realza todavía más con unos suaves toques salados de las aceitunas descarozadas. Todo se desvanece tan rápido que agradecés el tamaño XL de las pizzas, apenas capaces de entrar en una caja de pizza estándar. 

 

Y si todavía hay algo de lugar, que siempre hay, sería descuidado no pedir un flan mixto. Hecho con la misma perfección azarosa, siempre está un poquito quemado en la base, un error bienvenido y crocante que hace un hermoso dueto junto con la generosa nube de crema dulce y una cucharada de dulce de leche, un tipo de postre que siempre sabe mejor en un viejo antro. 

 

Jaimito
Dirección: Virrey Liniers 709, Boedo
Horario: lunes de 08:00 a 16:00; de martes a sábados de 08:00 a 00:00; domingos de 19:00 a 00:00

 

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