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Traducido al español por Julián Alejo Sosa.
Durante gran parte de su corta vida, Mian fue uno de los pocos restaurantes del diminuto Barrio Chino que ofrecía una propuesta distinta a la de los platos prácticamente idénticos de la calle Arribeños, sin dejar de ser una opción accesible para los amantes del barrio. Pero un día, mientras masticaba una pata de pollo glaseada con anís (que, por cierto, no es para mí) y una panza de cerdo picante con un poco de ají rojo (sorprendentemente adictiva), me enteré que el restaurante de culto de sopas junto a las vías del tren había cerrado.
Al principio, se rumoreaba que las hermanas simplemente se habían ido de vacaciones; pero los meses pasaron y mi almacenero favorito insistía en que se fueron para no volver.
El barrio creció en su ausencia. El mejor sánguche de pollo frito de la ciudad en Belike Times, las sopas variadas en Li Chiangmin, y el cerdo cocinado dos veces y los caracoles salteados en Hong Sichuan siempre son opciones muy respetables.
Y después de un tiempo, volvieron.
Solo que a una cuadra más arriba. El restaurante largo y angosto teñido de naranja pasó a ser un restaurante azul pastel. Las hermanas ya no están apretadas en una cocina diminuta, sino que ahora parecen directoras de orquesta desde una cocina abierta que da al comedor; una de ellas arroja fideos a un caldo caliente mientras la otra apila vaporeras llenas de dumplings.
Esta dupla notable es muy conocida por sus sopas ácidas y agrias. Las sopas salen de la cocina en cuencos grandes de plásticos llevados a la mesa sobre dos manos como una especie de ceremonia, mientras dejan atrás un rastro de vapor que llena a toda la habitación con un aroma a madera, casi como si acabaran de rayar una vara de bambú. Pero tengan cuidado: la mesera tiende a dejarte el plato justo delante de la cara, lo que hace que los vapores se disparen hacia arriba y se te peguen a las mejillas como una visita a la sauna. El aroma es un poco punzante debido a las rodajas de bambú al vinagre y al sabor distante del ginkgo que se intensifica con cada mordida. La carne parece estar un poco rebozada y se disuelve como una seda en la boca. También tienen una opción que viene con maní y cilantro en lugar del bambú al vinagre. En este caso, el caldo es bastante más concentrado, menos agrio y con un sabor que se acerca a un adobo de ají espeso con cada cucharada de fideos.
El maní alcanza otro nivel cuando está hecho puré y acompaña a un plato abundante de fideos caseros y gruesos. Levantalos y volvelos a sumergir en el plato para asegurarte de que todo quede bien mezclado. No te vayas sin pedirte los dumplings de cerdo, o ravioles chinos, que vienen de a ocho unidades y están armados con tanta delicadeza que es casi una lástima que te los tengas que devorar tan rápido. Si los dejás estar mucho tiempo, el caldo queda algo espeso y el relleno de cerdo suave con ciboulette pierde el jugo. Probá sumergir todo en una mezcla de salsa de soja con un aceite de ají granosa que se parece a una salsa macha mexicana; a mí me gustó así, miti-miti.
Pero si te frustra lo rápido que desaparecen los dumplings, pedite otra vaporera llena y listo.
Mian
Dirección: Mendoza 1629, Barrio Chino.
Horarios: todos los días desde las 12:00 hasta las 21:00.
Precio por persona: $300 – $400.