To read the English version of this article, click here.
Traducido al español por Julián Alejo Sosa.
Toma uno: Si bien por lo general nos gusta probar varias veces un lugar antes de hacerle una reseña, a veces nos quedamos muy manijas. En esta sección llamada “Toma uno”, vamos hablar de esos platos que dejaron a nuestro colaborador gastronómico, Kevin Vaughn, con ganas de una segunda toma.
Todos nos miran sin disimular cuando caminamos por un pasaje angosto en una calle atestada de gente en el barrio comercial de Flores. Pasamos por un restaurante de comida coreana y china, algunas casas de comida kosher y un laberinto de mesas y sillas plegables, hasta que finalmente llegamos a una puerta azul que resalta entre las paredes beige, pidiendo a gritos que la vean. Al otro lado, nos espera un jardín pequeño lleno de grandes plantas rosadas que nos lleva directo hacia las habitaciones de Casita Azul, en donde una multitud pequeña deambula de un lado a otro entre platos de rabo de ternera y bibimbap.
Llegamos.
El camarero enseguida nos trae una jarra de agua y un menú con tapa de cuero con docenas de fotos de las especialidades de la casa, entre las que se encuentran platos clásicos como el bibimbap y naengmyeon, y también platos que no conozco tanto como el mandu y sopas de rabo de ternera con sus huesos en forma de hélices.
Desde la otra punta de la habitación se siente su presencia. La chef Han Guk Kwan, a quien todos llaman cariñosamente Mamá Moon, camina de un lado a otro sobre un altar de kimchis, cuencos de gochujang espeso, recipientes grandes de aceite de sésamo y arroz, y hojas sueltas de toda la gama verde. En la parte trasera del comedor, su nuca es lo único que vemos de ella, con una bandana de franela que aparece cada vez que va desde las hornallas hacia su despensa personal.
La cocina se mueve lentamente y, mientras los comensales esperamos, su hijo Samuel nos trae el banchan, una variedad de platos que consisten de rábanos daikon crujientes cubiertos en una mezcla algo dulce de gochujaru, una especie de pimentón rojo molido que se suele usar en el kimchi; algunos mejillones que flotan en una salsa de gochujang que es una patada a las papilas gustativas; unas tiras de tofu con un mix de ajíes crujientes y agrios; algunos cuadraditos de tofu frito marinados en una salsa de soja añeja y oscura; y un kimchi de col suave al que le sentimos la cantidad justa de mostaza ni bien la salsa toca nuestros dientes.
En lo que respecta a los platos principales, este es el primer lugar que veo que preparan tok-manduguk, unos dumplings suaves rellenos con carne picada de cerdo que vienen sumergidos en un caldo tan blanco que parece imposible. Si hurgás profundo, vas a encontrar algunos pedacitos de tteokbokki, unos bocaditos de pasta de arroz, así como también algunas tiras de huevo. El rebozado hecho con yema de huevo le agrega un color y una textura tan esponjosa como la manteca. También se puede encontrar galbichim, costillas de ternera cocida en una olla con una mezcla poderosa de azúcar y sésamo que te vuela la cabeza con su perfume definitivamente carnívoro. El sabor se intensifica al final, donde el caldo baila con la soja suave y el sésamo con un gusto muy particular.
Solo necesitaría un par de visitas más para devorar el menú entero. Y es un desafío que estoy dispuesto a aceptar.
Casita Azul
Dirección: Pasaje Valle 12, Flores.
Horario: lunes a viernes desde las 8:00 hasta las 15:00 y desde las 17:00 hasta las 19:30; los sábados desde las 8:00 hasta las 15:00.
Precio por persona: $450 – $500